LEGANÉS NORTE y el PLANETA DE LOS SIMIOS
El poeta pasea por Leganés Norte. Mira los logros y la decadencia de un barrio. Recuerda los años de los primeros colonos, cooperativistas, el fulgor de la fumarola, han pasado diez años. Melancolía. La cultura como valor, la tertulia de los jueves y el buzón del café Odeon, las cartas dentro, con los primeros cuentos y poemas escritos a boli. La acción de sus vecinos y, recuerda, su Asociación en aquel pequeño local pecera. Las ilusiones perdidas y sobre todo el futuro, que tenemos la obligación moral de construir. Decía en otra entrada que, el pensador, descarta, en esta literatura de anticipación, un regreso de Leganés al planeta de los Simios. Aún así, y manteniendo un cierto principio de prudencia el poeta ha querido hallar posibles evidencias, inquietantes signos, avisar de un peligro muy remoto de que eso suceda, pero ¿podemos jurar que es imposible?. La estatua de la libertad en medio de una ruina. Aurelio a caballo por la Avenida dos de Mayo. Los cabezones por el suelo.
El poeta casi sale del barrio por el túnel del tren, cuando, el sol ya declinando, se reflejaba en una de las torres de la Biblioteca Central, un pararelo con otra ruina bella, nuestra querida iglesia de Polvoranca, biblioteca, inútil en su cierre, más inútil, aún, sin inaguración ni uso humano. A la segunda la abandonó Dios, a la primera, quién sabe. La Peste negra y el Presupuesto Negro.
Movil en mano el poeta se acercó a la valla y se fijó en esta primavera que bulle entre la reja verde, las violetas y el trigo o la cebada empujando el hormigón, las espigas arañando, las lunas rotas a pedradas y, para colmo, un cartel semienterrado anunciando una exposición sobre la Prehistoria, una serendipia, de pronto, entre pensamiento y realidad, esa mirada del Neardenthal bajo las estructuras del diseño de vanguardia, el sol, desgastando la cubierta de cinta asfáltica, las herramientas paradas, como en uno de aquellos barcos fantasmas que dicen navegan a la deriva. El Stella Maris, cuya tripulación desapareció por entera, con platos calientes sobre la mesa. A veces la broma se vuelve contra uno e invito a cualquiera a acercarse, no hace falta ser muy sensible para sentir un cierto respeto por el declive de un municipio o de una civilización. La era del ladrillo ha desviado el interés hacia otras urgencias, no sin razones objetivas. Si bien la cultura de base no es cara, de hecho se hace con talento y fotocopias, el dinero de la cultura de base se va en la gestión y en los edificios, y poca movilización reclama este derecho.
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La gran Biblioteca Central de Leganés es un signo de los tiempos, un edificio que nos avisa y nos incita a repensar, en su belleza latente, por donde vendrá la recuperación de una ciudad en momentos bajos, que sueña, con algo más. Queda hecha la reflexión.
(Continuará)
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